27 de Octubre 2009

Un cayuco llamado Libertad

Ø

Ayer descubrí que el Libertad 8 no es más que un cayuco. Incluso su nombre evoca todo lo que parece encerrar. En determinados momentos del viaje, encontré cosas inesperadas. Sentado a los pies del capitán, ese gran embaucador que dirige el viaje hacia lo desconocido y se adentra en una penumbra que invita a soñar, luchaba contra mi cuerpo agarrotado. Contorsionándolo al máximo, intentaba adivinar en sus ojos el rumbo que tomábamos. No sé que es lo que debió ver en mis ojos él, porque intentó unir mi camino con el de una damisela que andaba hacinada detrás mía...

Todo iba sorprendentemente bien. Calma chicha, y el capitán seguía entonando viejas baladas. Cuando, de repente, se produjo algo tan bello que me dejó desconcertado. El capitán de la nave se fue y a éste, le sustituyó otro de sus secuaces. La intensidad de su mirada dejó helado a todo el pasaje. Reinaba un silencio sepulcral que solo fue interrumpido por el sonido desgarrado de una vieja guitarra. Entonces su voz rasgó el velo de la noche y entendí por qué aquella nave era mágica, y nos transmitió secretos que no contaremos... para entenderlo, hay que embarcarse... y yo, repito... porque ayer me negué a pisar la tierra prometida, y esta noche zarpo enrolado a la tripulación del gallego de mirada intensa y silencios desgarradores.

Escrito por Turin a las 27 de Octubre 2009 a las 12:18 PM
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